En el caso de las personas con Discapacidad Intelectual Ligera, su CI se sitúa entre 55 y 70. Las características generales son las mismas para ambos colectivos, diferenciándose únicamente en la intensidad de los apoyos que precisan para obtener un buen grado de autonomía en las actividades de la vida diaria.
Las personas con Inteligencia Límite o Discapacidad Intelectual Ligera presenta déficit en la capacidad adaptativa en, al menos, dos de las siguientes áreas; comunicación, cuidado personal, vida doméstica, habilidades sociales/interpersonales, utilización de recursos comunitarios, autocontrol, habilidades académicas, trabajo, ocio, salud y seguridad. Dichas dificultades deben manifestarse antes de los 18 años.
Teniendo en cuenta esta definición, la Inteligencia Límite no debe ser considerada como un elemento propio de la persona, sino como una expresión de la interacción entre la persona y el ambiente.
Discapacidad: Condición de una persona que tiene impedida o entorpecida algunas de las actividades de la vida diaria, por alteración de sus funciones intelectual o físicas.
Discapacidad intelectual: El DSM-5 la define como un grupo de afecciones dentro de los trastornos del neurodesarrollo cuyo inicio se sitúa en el periodo de desarrollo y que incluye limitaciones de funcionamiento intelectual y del comportamiento adaptativo en los dominios conceptual, social y práctico.
Atendiendo a las definiciones anteriores y a las características de la Inteligencia Límite, es lógico pensar que ésta deba ser considerada como un tipo de discapacidad intelectual. Las personas con Inteligencia Límite presentan limitaciones cognitivas, educativas, personales, sociales y laborales por las que precisan apoyos intermitentes en las diferentes etapas de su trayectoria vital.
Sin embargo, las personas con Inteligencia Límite, no reciben ningún diagnóstico específico al no cumplir los criterios imprescindibles para ser identificadas como personas con Discapacidad Intelectual. La Inteligencia Límite no aparece clasificada dentro de los manuales de diagnóstico médico, sino que únicamente hace referencia a una característica de la inteligencia (en el DSM IV TR DSM V, manual diagnóstico estadístico de los trastornos mentales, se menciona dentro de un apartado marginal como “Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica”).
Existen múltiples posibles causas, por ello, no se pueden identificar unos desencadenantes concretos por los que una persona pueda presentar una Capacidad Intelectual Límite aun así, prima la dificultad de conducta adaptativa en varias áreas de la vida diaria antes de los 18 años.
No obstante, presentamos a continuación algunas de las variables que pueden influir:
Antes del nacimiento: puede deberse a problemas de la madre o del feto, como diabetes, desnutrición de la madre, consumo de drogas, exposición a radiaciones, alteraciones de los cromosomas, alteraciones del sistema nervioso central o alteraciones del metabolismo.
Durante el parto: el origen puede estar en traumatismos craneales, partos prematuros, presentación anormal del feto, hemorragia intracraneal, trastornos respiratorios, etc…
Después del nacimiento: algunas posibles causas serían los factores ambientales adversos (falta de estimulación, carencias alimenticias, maltrato físico, etc.), traumatismos craneales (consecuencia de golpes, caídas, accidentes…), el consumo de determinadas drogas y productos tóxicos, infecciones (meningitis, encefalitis) y/o trastornos degenerativos (enfermedad de Huntington, Síndrome de Rett, etc.).
Causas hereditarias: persona o personas de su núcleo familiar con Discapacidad Intelectual.
Las personas con inteligencia límite son tan diferentes entre sí como las que no presentan este tipo de limitación.
A nivel general:
Sin rasgos físicos aparentes. Esta aparente “normalidad” tiene ventajas y también inconvenientes: les hace sentirse incomprendidos por familiares, a veces por profesionales, pero sobre todo por parte de las personas con quienes establecen relaciones secundarias.
Desfase entre su edad cronológica y su edad mental. A partir de la adolescencia, se hace más evidente la disonancia de capacidades e intereses con personas de la misma edad.
Falta de iniciativa y limitada capacidad para generar mecanismos racionales que les permitan la resolución de situaciones cotidianas.
Poca capacidad creativa que les impide adaptarse con éxito a situaciones novedosas.
Dificultad en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos.
Dificultades en psicomotricidad (fundamentalmente en psicomotricidad fina).
A nivel social:
Déficit de habilidades sociales.
Dificultades en las relaciones afectivas: relacionarse con las demás personas, hacer amigos y conservarlos, tener pareja y formar una familia.
Dificultades en la asunción de algunas responsabilidades consideradas propias de personas adultas: desarrollo de rol de padre o madre, control de recursos económicos propios y buscar trabajo.
Falta de iniciativa e improvisación, fuera de sus hábitos.
Dificultad en la organización del tiempo libre.
A nivel psicológico:
Vulnerabilidad emocional.
Baja autoestima.
Baja tolerancia al fracaso y la frustración.
Más probabilidad de presentar cuadros de ansiedad y/o depresión, miedos, etc.
Inseguridad.
“NINGUNO DE NOSOTROS ES MÁS IMPORTANTE QUE EL RESTO DE NOSOTROS”
RAY KROC
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